Perfecta

Cuando consigo abrir los ojos, él ya está despierto, observándome. Mentalmente  maldigo mi pereza, porque si me hubiese levantado unos minutos antes podría haber ido al cuarto de baño y arreglarme lo suficiente para mostrar un aspecto aceptable. Cualquier resto de sueño ha desaparecido. Siento deseos de taparme con la sábana, para que no pueda seguir mirándome, y llorar de impotencia. No puedo creer que me esté viendo en aquel deplorable estado. Enseguida pienso en todos los defectos que no he tenido tiempo de disimular: los parpados ligeramente hinchados, el pelo revuelto, el aliento matutino… ¿Anoche me quité el maquillaje o se ha corrido durante la noche creando una pictórica obra de rímel, polvo y carmín sobre mi rostro? ¿Qué pijama decidí ponerme? Por favor, que no sea aquella horrible camiseta que dieron gratis en aquella promoción ni el conjunto fuera de temporada y de oferta que me compró mi madre las navidades pasadas. Quizás pudiera mirar disimuladamente bajo las sábanas y comprobar lo grave que era la situación… Mala idea, mala idea. La visión de ambos cuerpos desnudos, lejos de proporcionarme cualquier tipo de placer ha incrementado mi pánico. No os confundáis, esta escena no es resultado de una noche de excesos y ahora toca el arrepentimiento del día siguiente. En absoluto, todo lo que ocurrió las horas previas al amanecer fue de manera completamente consciente y por voluntad propia. Es más, ahora que recuerdo algunos de los detalles más innombrables, aquellos que solo compartirías con tu mejor amigo y tras meditarlo mucho, no puedo evitar sonreír. Él me devuelve la sonrisa, todavía no ha dicho nada. ¿No esperará que sea yo la primera en hablar? ¡Por Dios, eso sí que no! Por la mañana tengo la voz ronca, y no me refiero a esa voz ligeramente áspera y seductora de las cantantes de soul o las locutoras de los programas de medianoche en la radio. No, me refiero a un sonido cavernoso capaz de asustar a los niños; podría doblar al personaje malvado de una película. Él, lejos de apreciar mi evidente incomodidad y darme espacio para pensar cómo salir de aquella airosa situación, decide acercarse. Si fuera hace calor, dentro de la cama la temperatura sube hasta niveles inflamables. Intento ignorar el intenso ardor que escala por mi cuerpo, al igual que sus manos, sin conseguirlo. Al principio son leves caricias, tan inapreciables que creo habérmelas imaginado. Luego, comienzan a posarse sobre mi piel desnuda con la intención de explorar cada rincón de mi cuerpo, viéndolo a través del tacto. Un familiar estremecimiento me recorre. Quiero apartarme, quiero desaparecer y no dejar ninguna huella de mi existencia en aquel lugar. Quiero… Quiero… Maldita sea, así es imposible pensar con claridad. La mente se me nubla en el momento que posa sus labios en mi cuello. Ahora entiendo que las mujeres se sientan tan fascinadas con la figura del vampiro y sea una de sus fantasías más recurrentes. Sus dientes me muerden sin atravesar la piel, succionan sin probar el dulce líquido escarlata, paladean la tibieza de la vida sin arrebatarla. ¿Resultaría blasfemo nombrar a Dios en esta situación? Sus manos por fin encuentran un rincón de su interés y lo exploran en profundidad. Sus largos dedos esculpen dentro de mí una obra maestra, tiene manos de artista y me lo está demostrando. Por supuesto, yo le indico los cambios necesarios para conseguir que sea perfecta. Entonces se interrumpe y yo protesto, aunque él tiene más motivos para hacerlo que yo. Apenas le he prestado atención desde que me he despertado, demasiado preocupada en detalles irrelevantes, cuando lo que debería haber estado haciendo es disfrutar de su compañía, disfrutarla en todos los aspectos. Sin embargo, él no está enfadado, aquella breve pausa solo representa el final del prólogo. Ahora comienza el número principal, con nosotros como protagonistas y sé de antemano que el final será feliz. Siento su cuerpo sobre mí, preparado para fundirse con el mío, pero no lo hace. Confusa por su indecisión, le preguntó el motivo con un leve arqueo de cejas que lo hace sonreír. Es obvio que eé también lo quiere, es más, no hace falta más que alargar la mano para sentir su deseo. ¿Entonces qué ocurre? Poniéndose serio, se inclina hasta poner su rostro a pocos centímetros del mío. Por primera vez, percibo su olor semejante al almizcle, una melodía olfativa compuesta por tonalidades ligeramente ácidas, pero también con una nota dulce, suficiente para resultarme irresistible. Tiene la respiración de un mamífero en celo, pesada y jadeante. Le suplicó con la mirada que continúe, pero no lo hace. ¿Por qué aquella tortura sin sentido? Finalmente, acerca sus labios a mi oído y me susurra: «Eres perfecta». Sorprendida, busco algún gesto que desvelé la ironía de sus palabras, pero en sus ojos solo hay sinceridad. «Perfecta», repite ahora mirándome a los ojos. Y perfecto es este momento.




La elegancia del deporte


Llegar a casa y desprenderse de toda la ropa. Los incómodos tacones que luzco orgullosa durante toda la jornada laboral son arrojados sin contemplaciones contra la otra punta de la habitación. La falda es desabrochada con facilidad, cuando esa misma mañana se negaba a cerrarse, obligándome a ejecutar una extraña danza similar a un ataque epiléptico para subir la cremallera hasta los últimos dientes. Observó los botones de la blusa con resignación, aunque mi deseo es arrancarlos todos y verlos saltar de sus costuras para no tener que volver a perder tiempo abrochándolos, demuestro una gran paciencia y les dedico el tiempo que cada uno requiere. No obstante, cuando solo quedan dos, abandono la tarea y la prenda abandona mi cuerpo  con un rápido movimiento que me deja rastro de maquillaje en la tela y las orejas enrojecidas. Ahora estoy completamente desnuda, salvo por un conjunto de ropa interior cuya parte inferior y superior no coinciden. En ocasiones no entiendo la molestia de comprarme ambas iguales, cuando nada más estrenarlo, el sujetador y bragas no vuelven a estar juntos, como si una pareja de amantes obligados a estar separados por las circunstancias. En este caso, la responsable de su separación forzosa es una dueña que tiende a lavarlos en tandas diferentes, de manera que cuando la parte superior está seca y oliendo jabón de Marsella, valle de flores, fragancia de las montañas suizas o cualquier otro olor que tenga el suavizante que haya decidido comprar en esa ocasión; su compañera todavía se encuentra sepultada bajo capas de prensas malolientes y sucias, en espera de ser rescatada como las pasivas princesas de nuestros cuentos infantiles. Sin embargo, eso ahora no importa. El maquillaje, todavía tengo que quitarme el maquillaje.


Dicen que la arruga es hermosa. Al parecer no ocurre lo mismo con las ojeras o el color ceniciento del rostro tras ocho horas delante de un ordenador. Por fortuna existen las cremas y polvos milagrosos concebidos por la industria cosmética para ocultarlos, aunque sea de forma temporal. Si queremos despedirnos de ellos, decirles “adiós” en lugar de “hasta luego”, será necesario recurrir a métodos de tortura supervivientes de la Inquisición y que hoy se utilizan para “curar”, como las inyecciones de colágeno, los bisturís o las máquinas de liposucción. Es asombroso comprobar la gran cantidad  de mujeres dispuestas a dejarse sodomizar de esa manera, ofreciendo su cuerpo de forma voluntaria para ser mutilado. Siempre he pensando que algunos cirujanos son asesinos psicópatas que jamás pudieron ejercer su verdadera vocación y hubieron de conformarse con la carrera de medicina, mientras que sus pacientes necesitan más la ayuda de un psicólogo que les ayude a superar su  grave problema de autoestima, así como su inclinación al masoquismo. Gracias al cielo, los números de mi cuenta bancaria son insuficientes para sentir la tentación de probarlo, ni siquiera una simple inyección de colágeno.  Pensando en las ventajas de ser humilde, porque nunca me he considerado pobre (siempre que no hablemos en términos económicos), cubro mi rostro con crema desmaquilladora hasta crear una grotesca máscara de rasgos indefinidos. El agua termina la labor y, tras unos segundos de duda, me miro en el espejo. Esa soy yo. Cansada y algo demacrada, pero sonrío porque ya no me oculto.


Abandono el baño y vuelvo al dormitorio, allí busco en los cajones un conjunto que me sirva. Algo cómodo y no necesariamente nuevo. Enseguida lo encuentro: un par de mallas, una camiseta de promoción y una chaqueta ligera. Empieza a notarse el frío, no quiero resfriarme y pasarme el resto de semana en el sofá o en la cama. Dedico más tiempo a buscar las zapatillas, nunca consigo recordar donde las he dejado desde la última vez que fui a correr, a pesar de hacerlo casi a diario. No debería ser así, y más recordando lo que me costaron. Un compra inteligente y bien amortizada. Por fin, el pasado regresa a mi memoria el tiempo suficiente para propiciar el recuerdo concreto que me permite encontrarlas. ¿Cómo llegarían hasta allí? Un misterio que no tenía tiempo de resolver, pues ya llegaba tarde. Si bien, lo mejor de aquel deporte era, precisamente, la absoluta ausencia de horarios. Nadie decide por mí, soy yo quien elige cuándo y cómo. Durante una hora, soy completamente libre.


Salgo a la calle y tras unos sencillos ejercicios de calentamiento, empiezo a correr. Al principio despacio, tengo la sensación de no moverme, de caminar a cámara lenta fotograma a fotograma. Sin embargo, el paisaje cambia a mí alrededor. Los bloques de pisos, inmensos gigantes de hierro, cristal y cemento que me observan a través de decenas de ojos que les proporcionan las ventanas, algunos ciegos mientras que en otros se deja vislumbrar la vida que transcurre en su interior. Testigos mudos de mi esfuerzo. Se apartan de manera dócil, dejándome el espacio que necesito hasta llegar a la playa. Allí, el sonido de la ciudad es eclipsado por la melodía del mar. Las olas se convierten en la canción que marca mi ritmo. No necesito más música que aquella, aunque existen ocasiones que la corrompo rememorando fragmentos de canciones que para mí tienen un gran significado; bien por estar asociadas con un determinado recuerdo, casi siempre agradable, o bien los últimos hits de éxito que consiguen grabarse en el subconsciente a fuerza de escucharlos constantemente. Por fortuna, mi mente está vacía de ambos, salvo por los sonidos de mi entorno y mi propia respiración.

Cuando practicas ejercicio existe un umbral de dolor. Una vez superado, nada te impide continuar salvo tu propia voluntad. En mi caso, son los primeros cinco kilómetros. Durante esa distancia, mis miembros se niegan a responder como desearía. Los movimientos son lentos y vacilantes, una presión invisible, solo existente en mi cabeza, me impide avanzar tan rápido como quisiera. Intento no respirar por la boca o acabare ahogándome por culpa del aire, un detalle paradójico, pero que muchos desconocen y, en consecuencia, sus entrenamientos tiene el mismo valor que si no hubiesen hecho nada. Primero nariz, luego boca. Ese debe ser siempre el orden.  Cuando estás bajo el agua tienes una sensación similar, tu cerebro clama oxígeno y la primera reacción lógica es abrir la boca para tomar aire, pero lo que tragas son litros y litros de agua. Siempre me siento como una novata durante esa parte del recorrido. Cuando observó a las personas que regresan, no puedo evitar sentir envidia al comprobar el triunfo que refleja su mirada a pesar del cansancio de su cuerpo. El consuelo es saber que yo pronto estaré en su lugar y serán otros los que admiren mi fortaleza y mi fuerza de voluntad.


En el camino siempre reconozco algún rostro. Gente anónima con la que comparto aquella pasión. El ejercicio nos une, representa el único que vínculo que nos permite identificarnos entre nosotros. Es posible que los haya visto en otra ocasión, pero volvíamos a ser desconocidos a ojos del otro. Resulta curioso comprobar la camaderia que puede establecerse entre nosotros, sobre todo durante las competiciones. Todavía recuerdo mi primera carrera. Los nervios que amenazaban con traicionarme, la emoción del momento, la sensación de formar parte de algo especial… Creo que todos supieron que era novata, no por mi edad, pues había muchachas mucho más jóvenes, algunas todavía eran niñas pero la concentración que reflejaban sus ojos y la profesionalidad de sus movimientos, perfectamente calculados a fin de evitar esfuerzos innecesarios que les pasaran facturas, las hacía parece mucho más mayores. Lolitas del deporte, adultas de espíritu atrapadas en un cuerpo infantil. Las envidiaba por su juventud, las detestaba por su actitud altiva y llena de seguridad, y las admire durante toda la carrera, aunque no solo a ellas. Personas mayores que desafiaban a la edad por el otro extremo; padres que empujaban los carritos con sus niños dormidos dentro, ignorantes del esfuerzo que estaban realizando por ellos; personas que desconocían la palabra límite u obstáculo, todavía con las huellas de su enfermedad o ignorando sus minusvalías, que solo apreciábamos nosotros, pero que para ellos no existían. Todos y cada uno de ellos eran ganadores a mis ojos, con independencia de la posición que tuviesen al cruzar la línea de meta. A pesar de que no nos conocíamos, no me faltaron palabras de apoyo durante todo el recorrido. Una mano que se posaba en mi espalda, una sonrisa, un pulgar levantado o el gesto de victoria con dos dedos… Ellos lo hicieron posible y, aunque el tiempo no fue el que esperaba conseguir, lloré de alegría y satisfacción por el simple hecho de haber terminado. Jamás me había sentido mejor, y supe que repetiría la experiencia siempre que pudiese.



Esquivo a una pareja de corredoras, aunque no se merecen ser clasificadas de esta forma. Observó sus impecables conjuntos, sus zapatillas apenas sin estrenar, sus peinados impolutos y los rostros en los que puede apreciarse el maquillaje. Son modelos de anuncios, exhiben las marcas con descaro, como si las promocionasen. Al igual que las sirenas de la mitología, consiguen atraer a incautos deportistas hacia su mortal influjo, incluso los veteranos sucumben ante su perfecta apariencia para tropezarse cuando desvían la vista de su recorrido. Ellas ríen, mientras su ego se incrementa ante cada nuevo golpe o traspiés de aquellos incautos. Entonces ocurre, una nueva víctima se aproxima. Ellas, ignorando el riesgo de ponerse a sudar, aceleran el ritmo, pavoneándose como lo haría un pavo real orgulloso de sus plumas, desplegando todos sus encantos para captar su atención. Sin embargo, Ulises las ignora para situarse mi lado. Reconozco el perfil de ébano, los ojos oscuros siempre fijos en su objetivo, la boca ligeramente entreabierta, los músculos que dejan adivinarse bajo la ropa con cada zancada… Aceleró, lo dejo atrás. Su presencia deja de ser una distracción. Él responde a mi desafío e incrementa también su ritmo. Volvemos a estar a la par. Ahora nos sincronizamos, nuestros pasos son uno solo, no se nos distingue al movernos, como si fuésemos la sombra del otro. Cada vez más rápido. Nos alejamos de las aspirantes a diosas, dejándolas solas con sus alas silbantes y sus manzanas plateadas. Siento mi corazón acelerado, bombeando sangran a un ritmo que minutos antes me parecía imposible. Mis pies apenas tocan el suelo antes volverlos a levantar. Me olvido de respirar, me olvido de todo. Solo tengo un pensamiento, dar el siguiente paso.


Apenas nos detenemos, sin darnos tiempo a recuperarnos, nos sonreímos y abrazamos, un gesto breve que lo dice todo sin necesidad de recurrir a las palabras. No es la primera vez que compito con él, y tampoco será la última. Jamás nos hemos presentado, lo desconocemos todo del otro, incluido el nombre. Sin embargo, durante esos segundos nos sentimos más unidos que a cualquier otra persona de nuestras vidas. Soy consciente de los mechones sueltos pegados a mi frente, la piel brillante por el sudor o el temblor de mis piernas que amenaza con hacerme caer en cualquier momento. No obstante, nada de este me importa, tan solo esa gratificante sensación de haberlo vuelto a conseguir, aún cuando todo parecía a apuntar lo contrario. Él continúa su camino, yo el mío. Nos despedimos con una leve inclinación de cabeza, en nuestros ojos una pregunta. ¿Te veré la próxima vez? Es posible, todo lo es. Regreso, con una sensación diferente a cuando empecé. Ahora me siento bien, sonrío y, lo mejor, nada ni nadie puede arrebatarme este momento. 



Publicada en La web del Terror 
Sinopsis: Ni siquiera todo el cariño y el cuidado puesto por una joven para cuidar un ejemplar de La Joya de Babilonia, la especie de planta más bella y espectacular de los míticos jardines colgantes que ocupan un lugar de honor entre las Siete Maravillas del Mundo, es capaz de evitar que una gran desgracia caiga sobre su familia. Y si una especie ha sobrevivido tanto tiempo es porque sabe garantizarse su propio sustento…





Reseña: El mal es una semilla que crece lentamente, extendiendo  sus raíces a lo largo de toda la historia. Cada acto de crueldad  le proporciona el alimento que necesita, volviéndola más fuerte. La sangre de las víctimas inocentes riega la tierra sobre la que se asienta. Probar el fruto de sus ramas significa la condena del alma y la corrupción del cuerpo que disfrutó con su sabor.
Algunos podrían considerarlo una simple metáfora basada en al episodio del Génesis, donde la especie humana prefirió desobedecer e ignorar las advertencias sobre las consecuencias que acarrearían sus actos a partir de aquel mordisco. Sin embargo, Juan Miguel Fernández no puede evitarse preguntarse si, al igual que muchas otras leyendas supervivientes,  el mito tiene una base real.

El jardín impío representa un ejemplar exótico dentro del género Z. El escritor asturiano consigue aportar novedad a las historias de muertos vivientes gracias a varios aspectos muy significativos de su obra prima.

En primer lugar, la peculiar forma de infección. Ritos vudús, maldiciones ancestrales, energía nuclear, armas biológicas, invasiones alienígenas… Las razones que sirviesen para explicar la presencia de los zombies son abundantes y destacan por su pluralidad, sabiendo adaptarse al contexto. Es más, ningún monstruo ha sabido retratar mejor los miedos que imperaban en la sociedad según la época en la que se produjese. Algunos consideran que los zombies son, en realidad, una metáfora que sirven para encauzar las críticas hacia determinadas áreas de nuestra vida, como el capitalismo  o la fe ciega en los últimos avances científicos. En este sentido, los mejores ejemplos siguen siendo Soy leyenda (Richar Mathesson) y Los ladrones de ultracuerpos (Jack Finney).

De hecho, El jardín impío bien podría representar un tributo personal del autor a este clásico de la literatura de terror, así como de La pequeña tienda de los horrores (Roger Corman, 1960). En ambos casos, el miedo regresaba a un estado primario, obligándonos  a retroceder hasta un tiempo donde las mayores amenazas las representaba el propio ecosistema en el que habitábamos, cuando la especie humana todavía no había dejado su huella artificial sobre el mismo. Sin embargo, a medida que los avances tecnológicos nos facilitaban la vida, olvidamos el poder que la naturaleza llegaba a ejercer sobre nosotros, condicionando nuestra existencia a sus caprichos. Si bien, ella se encarga de recordárnoslo siempre que es necesario.

Bien podríamos decir que Juan Miguel Fernández nos enfrenta a una interesante paradoja, pues no sabemos si La joya de Babilonia es realmente un vástago indeseable de la propia naturaleza o, por el contrario,  resultado de la propia corrupción humana, quien la obligo a evolucionar hasta su actual estado para poder sobrevivir ante tanta crueldad.

Otro aspecto muy interesante de la novela es el escenario seleccionado.  Al contrario que otros títulos, Juan Miguel Fernández decide alejarse de los grandes núcleos urbanos y opta por una pequeña población de las montañas. El carácter rural del entorno representa una apuesta arriesgada, pues el espacio para desarrollar la acción es limitado, así como el número de personajes que pudiesen intervenir en la trama. Sin embargo, el autor ha sabido encauzar la historia para ofrecernos un relato más cercano y lleno de humanidad. De este modo, el autor ilustra las virtudes y miserias del ser humano utilizando a los diferentes habitantes de Villa Nova y su reacción ante los violentos acontecimientos a los que deben sobrevivir, juntos o por separado.

Cabe destacar los diálogos mantenidos entre el padre Adolfo y Jaime, llenos de interesantes reflexiones acerca de la naturaleza humana y, sobre todo, la demostración de que dos ideologías contrarias pueden convivir sin necesidad de recurrir a la violencia para imponerse una sobre la otra.

Por último, el atípico estilo narrativo. Acostumbrados a un lenguaje mucho más informal que imperan en este tipo de novelas, Juan Miguel Fernández nos sorprende con una riqueza léxica cada vez menos recurrida, dando lugar a libros cada vez más homogéneos desde un punto de vista lingüístico, salvo algunas excepciones como El ocaso de los ángeles (Vael Zanón).

Y aunque se agradece este esfuerzo del autor por regresar una literatura menos lineal y más elaborada, debemos reflexionar como la forma puede afectar al fondo. Si bien los tres primeros capítulos son magníficos, datos de la atmósfera que caracteriza a los clásicos de la novela negra y que algunos autores todavía conservan en sus obras, como Henning Mankell (Asesinos sin rostro), una vez que el relato realiza el salto temporal hasta nuestros días resulta un poco arcaico. Resulta incoherente una escena en la que se está produciendo una horrible matanza y, sin embargo, algunos personajes conserven la suficiente endereza para articular un discurso con semejante gramática. Tampoco resulta creíble que  un grupo de jóvenes posean semejante nivel de lenguaje, y más después de algunas copas y unos porros con bastante cuerpo.

De igual modo, existen demasiados saltos temporales que propician algunas lagunas argumentales, en especial durante el último tercio de la novela, donde los acontecimientos reciben un tratamiento más superficial y el ritmo narrativo resulta precipitado. Si la novela hubiese tenido un centenar más de hojas, quizás se hubiesen cubierto estas carencias. Con todo, Juan Miguel Fernández deja abierta la posibilidad de una segunda parte, pues todos sabemos que el mal no es tan fácil de exterminar, salvo que lo cortemos de raíz.

El jardín impío nos concede la oportunidad de apreciar algunos de los ejemplares más extraordinarios de la especie humana, como la envidia, la  lujuria, la gula o la ira. Situado en pleno corazón de Villa Nova, estas plantas crecen llenas de vitalidad gracias al oscuro secreto que la alimenta desde hace más de diez años. Sin embargo, Juan Miguel Fernández también les concede un espacio al amor, la solidaridad y la esperanza a través de un conjunto de personajes obligados a colaborar pese a sus diferencias si quieren sobrevivir.

Un relato lleno de originalidad y múltiples lecturas, como ramas tiene un árbol. El jardín impío asienta las raíces de este autor primerizo, en espera de comprobar hasta dónde puede crecer con su estilo tan personal y característico, que seguro le reportará grandes cosechas.

VALORACIÓN: 5

LO MEJOR: La original forma de transmitir la infección. El personaje de Jaime y sus conversaciones con el padre Adolfo. La presentación de la historia.

LO PEOR: La incongruencia entre la forma y el fondo. Algunas lagunas narrativas y un ritmo demasiado acelerado en la última parte de la novela.

Sobre el autor: Juan Miguel Fernández es una apasionado de la literatura desde siempre, con especial inclinación por géneros como el terror o la fantasía épica, así como por otros temas como el mundo de lo paranormal, la historia antigua o la música Heavy Metal, a la que cita como una de sus principales fuentes de inspiración. Aunque esta sea su carta de presentación en el apasionante ruedo del mundo literario, son muchos los relatos o novelas que ha escrito por placer a lo largo de los años hasta llegar a este momento, en buena medida por la ferviente fe y el empuje de su mujer Eva, en el que su obra será juzgada por los lectores.




Para Javier Durán (Rumbo a la distopía)
Sinopsis: Todos los fines de semana, en sótanos y aparcamientos a lo largo y ancho del país, jóvenes oficinistas se quitan los zapatos y las camisas y pelean entre sí hasta la extenuación. Los lunes regresan a sus despachos, con los ojos amoratados, algún diente de menos y un sentimiento embriagador de omnipotencia. Estas reuniones clandestinas son parte del plan con el que Tyler Durden, aspira a vengarse de una sociedad enferma por el consumismo exacerbado.



Reseña:
La primera regla del Club de la lucha es  nadie habla sobre el Club de la Lucha.
La segunda regla del Club de la lucha es nadie habla sobre el Club de la lucha.
La tercera regla es la pelea termina cuando uno de los contendientes grita "alto", pierde la vertical o hace una señal.
La cuarta regla, solo dos personas por pelea.
La quinta regla, solo una pelea a la vez.
La sexta regla, sin camisa y sin zapatos.
La séptima regla, cada pelea dura lo que tiene que durar.
La octava y última regla, si esta es tu primera noche en El Club de la lucha, entonces tienes que pelear.

Todos las conocemos, y es posible que algunos las hayamos utilizado, porque El Club de la lucha no trata de buscar pelea con un desconocido o de golpear a tu contrincante has dejarlo inconsciente sobre el suelo de algún sótano inmundo utilizado para peleas clandestinas, tampoco de disfrutar con el dolor ni extasiarse con la visión de la sangre en tus manos. No os equivoquéis, El Club de la Lucha es mucho más.

Chuck Palahniuk concibió esta peculiar historia cuando en Estados Unidos triunfaban los libros “de reuniones”: grupos de amigas que se congregaban para contarse sus secretos y problemas, transmitiendo un mensaje optimista a sus lectoras (porque la gran mayoría eran escritas por y para mujeres) sobre la amistad, la familia o la búsqueda de la felicidad. Observando los títulos que proliferaban en las librerías como podrían hacerlo las setas con las condiciones adecuadas, se percató de que los hombres eran los grandes olvidados dentro de este género. Ellos también tenían inquietudes y necesitaban una manera de liberarse de sus frustraciones. Entonces, ¿por qué nadie les dedicaba un libro?  Y en ese momento, algo empezó a concebirse en la mente de Chuck Palahniuk.
El argumento sería muy similar, un grupo de hombres que no se conocen entre ellos se reúnen siempre el mismo día y en el mismo lugar para escapar de la rutina en la que se han convertido sus vidas, aunque con una sutil diferencia. Al contrario que las mujeres, ellos no resolvían sus problemas expresando sus sentimientos, sino con los puños y rigiéndose siempre por ocho sencillas reglas. Nada más. Y así se creó El Club de la Lucha.
Sin embargo, como señalamos al inicio de esta reseña, el argumento es mucho más complejo de lo que aparenta debido, principalmente, al personaje de Tyler Durden. Este enigmático hombre aparece (literalmente) en la vida de nuestro narrador para romper (también literalmente) todos los esquemas por los que se había estado rigiendo su ordenada vida. Al igual que el profeta de una nueva religión, Tyler le ofrece una serie de lecciones muy valiosas que le obligan a replantearse muchas de sus convicciones anteriores a su llegada:
La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy cabreados.”


La conformidad ante una existencia vacía, basada en las posesiones materiales y la ausencia de un propósito que justifique existencia del individuo provocan la ira de Tyler, que opta por el caos para combatir el orden impuesto por el sistema. La anarquía se convierte en la única solución viable en un mundo gobernado en exceso por la razón. “Únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar”, porque la única forma de mejorar es, precisamente, empeorando a ojos de los demás. Por eso admira a Marla, la femme fatale de esta historia y responsable del peligroso trío amoroso con sus dos protagonistas masculinos.
Ella representa todo lo que Tyler espera conseguir para los demás. El espíritu que desea ser liberado de un cuerpo mortal, auto mutilándose  o mediante fallidos intentos de suicidio para observar después orgullosa las cicatrices que ella misma se ha provocado, como si se tratasen de medallas que le ha arrebatado a la vida.
“Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir, y hasta que no entiendas eso, eres inútil”


Es posible que muchos lectores sientan repulsión ante estos marginados sociales, pero es precisamente la intención del autor. Demostrarnos que las personas incapacitadas para encajar dentro de las exigencias sociales son, en realidad, la base que permite sustentarla y sin ellos toda se desmoronaría con asombrosa facilidad:
“Perseguís a la gente de quien dependéis, preparamos vuestras comidas, recogemos vuestras basuras, conectamos vuestras llamadas, conducimos vuestras ambulancias y os protegemos mientras dormís… Así que no te metas con nosotros”

Sin embargo, la propia historia pierde solidez cuando Tyler decide convertir El Club de la Lucha en una especie de milicia. De hecho, entra en contradicción con la filosofía que lo inspiró, y todavía peor resulta la teología barata de la que sus miembros hacer alarde a partir de ese momento. ¿Copos de nieve? ¿Cazar alces en pleno centro de Rockefeller Center? ¿Cuándo la novela se convierte en un libro de auto-ayuda o un homenaje a la película La familia Crusoe?
Quizás sea consecuencia del estilo minimalista del autor, que aboga por emplear una prosa demasiado simple, casi inexistente. Chuck Palahniuk siempre ha rechazado cualquier adorno innecesario y opta por una narración directo, en la que el valor de cada palabra resida precisamente en lo qué está contando y no cómo lo cuenta. Es decir, el lenguaje posee fuerza suficiente para impactar en el lector sin necesidad de recurrir a las clásicas figuras literarias. De este modo, consigue una gran visualidad en apenas unas líneas.
Con todo, el desequilibrio en la estructura narrativa empobrece el relato. La rápida degradación de los personajes y la vorágine de violencia se precipitan, algunos aspectos exigían una mayor exhaustividad narrativa en lugar de proporcionar las pistas claves que desvelan un aspecto fundamental para comprender la trama principal. “Lo sé porque lo sabe Tyler” oSi te despertaras a otra hora en otro lugar.... ¿te despertarías siendo otra persona?

En conclusión, El club de la lucha nos ofrece una visión descarada de la vida, cargada de humor negro y en la que un conjunto de marginados deciden abandonar las sombras para golpear (siempre literalmente) las bases de una sociedad hipócrita, egoísta y materialista. Es posible que algunos cataloguen esta novela de sucia, vulgar y violenta, pero nadie puede negar su repercusión fuera del cuadrilátero de sus hojas. Nuestra vida es nuestra gran depresión, dijo Tyler Durden antes de dejarnos KO. Bienvenido a El club de la lucha.

VALORACIÓN: 7
LO MEJOR: Tyler Durden. La filosofía de El Club de la Lucha.
LO PEOR: El último tercio de la novela.

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Sobre el autor: Charles Michael “Chuck” Palahniuk, se licenció en Periodismo en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Oregón. Se inició en radio y prensa al tiempo en que trabajaba como mecánico de camiones, y participaba en obras sociales. Su primera novela, El club de la lucha, tuvo un relativo éxito y fue llevada al cine, y ya las siguientes comenzaron a ocupar puestos importantes en las listas de éxitos de The New York Times.
Escritor de los llamados “de culto”, se caracteriza por su narrativa minimalista, con protagonistas marginados, y repletas de humor negro e ironía.







Acierta con una joya

 
La saga Higlander sigue seduciendo a miles de lectoras, que han conocido un nuevo significado de la palabra deseo con cada nueva entrega. Ahora, La factoría de Ideas publica Highlander: El amuleto secreto, Donna Grant vuelve a demostrarnos que es una auténtica maestra a la hora de combinar el sensual coraje de los guerreros escoceses, el magnetismo de un mundo mágico y la inevitable adicción a los instintos más primitivos y salvajes.

 

Sexo, luchas, belleza y poder son los ingredientes que conforman estas historias irresistibles con las que dejamos volar la imaginación hacia las verdes praderas de Escocia. Eso sí, de la mano y pluma de esta premiadísima escritora


Sinopsis: Galen viaja al territorio de los druidas para buscar una eficaz y antiquísima reliquia que acabará con los enemigos del castillo MacLeod. Y lo que descubre es mucho más potente… y peligroso: una joven druida cuya belleza es tan fascinante como poderosa es su magia.
Reaghan es la mujer más cautivadora que Galen haya conocido, y la más enigmática. Ella es la única inmune a la facultad que le permite leer la mente de los demás. Y él es el único que la hace sentirse a salvo. Pero Reaghan oculta un poder secreto que puede destruirlos. Y si Galen quiere amar a esa deliciosa mujer cada noche, debe vencer a la oscuridad que la amenaza un poco más cada día.

«Recomiendo esta serie a las seguidoras de Monica McCarty, Karen Marie Moning o Gena Showalter. Una mezcla adictiva de dioses primitivos, deliciosos highlanders y magia ancestral que resulta embriagadora.»
Ana M.ª Benítez, Romantica’s Magazine.


«Si vibraste con los carpatianos de Christine Feehan, si sabes que estás destinada a vivir un amor inmortal, déjate seducir por los guerreros highlanders de Donna Grant, los hombres más irresistibles del momento.»
Romantic Times


«Una novela que te sorprenderá. Te enamorarás irremediablemente de sus apuestos highlanders y esperarás con ganas el siguiente libro de la saga para saber más de los hermanos MacLeod.»
Te Regalo un Libro


«Los MacLeod son una deliciosa combinación de guerreros leales, fieles highlanders, señores y dioses demoníacos que rezuman magnetismo sexual mientras se enfrentan a sus demonios y aceptan su destino.»
Bitten By Books

 


 

Sobre la autora: Nació y creció en Texas, donde reside con su marido y sus dos hijos, pero le encanta viajar. Sus aventuras la han llevado hasta Jamaica, México y Escocia.

A pesar de que su mayor deseo habría sido convertirse en bailarina profesional de ballet a las órdenes de Mijaíl Baryshnikov, su pasión por el género romántico y la multitud de historias encerradas en su cabeza la incitaron a sentarse a escribir y a publicar su primera novela en 2006. A partir de ese momento, no hubo vuelta atrás. Desde entonces ha escrito más de una veintena de novelas con las que ha conseguido el aplauso tanto del público como de la crítica. El amuleto secreto, que forma parte de la serie La espada negra, es la quinta novela de Donna Grant que se publica en España.
 
Otros títulos disponibles de la colección:
 
Sinopsis: Nacida druida y bendecida con la magia, Isla es uno de los demonios más mortíferos que han servido a las fuerzas de la oscuridad. Como guerrero inmortal de las tierras altas, le corresponde a Hayden Campbell destruirla a ella y a su especie. Pero para él, Isla es más que una enemiga. Es una tentación…

Al mantenerla cautiva, el guerrero espera vengar a sus familiares, que murieron por culpa de la magia druida. Pero, cuando la mira a los ojos, ve los secretos de su pasado. Cuando acaricia su piel, siente la pasión de su alma. Se da cuenta de que esa mujer hermosa y seductora no es su enemiga… sino su destino. Aunque las fuerzas de la oscuridad conspiren contra ellos, lucharán por defender su amor.
Primer capítulo en PDF



Sinopsis: Lucan MacLeod es una leyenda entre los guerreros, y uno de los más feroces de su clan. Durante trescientos años, se ha mantenido apartado del mundo, escondiendo al vengativo dios que se encuentra atrapado en su alma. Pero entonces una joven a la que salva durante una fuerte tormenta despierta sus impulsos más primitivos…

Cara no cree en los rumores sobre el castillo de los MacLeod hasta el día en que el majestuoso guerrero de las Highlands se cuela en su vida, atrayéndola entre sus poderosos brazos hacia su mundo de magia y druidas. Una guerra épica entre el bien y el mal se avecina. Lucan debe luchar contra su absorbente atracción hacia Cara, o rendirse ante las llamas de un amor que amenaza con destruirlos a ambos…

 
Sinopsis: Fallon MacLeod posee los dones que cualquier guerrero desearía: fuerza feroz e inmortalidad. Desgraciadamente, eso pone en peligro a todo aquel a quien ama. Solo cuando capturan a su hermano Quinn, Fallon abandona su reclusión para pedir ayuda al rey. Y aunque cualquier mujer de la corte estaría dispuesta a rendirse a sus pies, es la mirada de la preciosa y misteriosa Larena Monroe la que provoca un deseo incontrolable en él. Larena, al igual que Fallon, busca el modo de derrotar a la malvada Deirdre, que quiere sembrar el caos en la Tierra.


A pesar del miedo, ella se rinde a una pasión que sacude a ambos con gran intensidad. Pero Larena es la protectora de un secreto que podría hacer que su apasionado amor por el guerrero se volviera en su contra para siempre…



Sinopsis: El más temerario y feroz de los hermanos MacLeod, Quinn, es prisionero del dios que lleva en su interior y vive atormentado por haber sido incapaz de salvar a su familia de la muerte. Su ira lo gobierna y, día a día, va perdiéndose en la oscuridad de su alma. Pero Quinn anhela profundamente amar a una mujer…

Criada por los druidas, la hermosa Marcail es tan cautivadora como la antigua magia que corre por su cuerpo. Para Quinn, ella es la mujer más deseable que jamás ha conocido. Pero para su enemiga Deirdre, ella es el anzuelo perfecto para arrastrar a Quinn a su trampa. Una vez los amantes estén bajo su poder, su pasión deberá pasar por duras pruebas…

 

 

El camino de baldosas amarillas a la venta el próximo 5 de diciembre 


Juan de Dios Garduño, el autor de Y pese a todo… nos traslada con su nueva novela a un psiquiátrico de la posguerra española en un emotivo relato sobre la crueldad humana que conjuga drama y terror



Las cosas no son fáciles tras la Guerra Civil. Una fría noche de diciembre, el pequeño Torcuato es obligado a abandonar todo aquello que ama cuando, debido a un desafortunado incidente, ingresa en un manicomio de Valladolid. El único lazo que conservará con su pasado será un viejo libro prestado, El maravilloso mago de Oz.
En los siniestros pasillos del psiquiátrico, Torcuato tendrá que hacer frente a sus propios miedos mientras intenta convivir con los extravagantes inquilinos que ahora comparten su vida. Pero lo que no sabe nadie es que en lo más profundo del centro, el mal ha cobrado forma y aguarda a una nueva víctima.

El camino de baldosas amarillas es la nueva incursión literaria del autor andaluz Juan de Dios Garduño, nombre de referencia en el panorama actual de la literatura española de terror. Con esta novela, Garduño alcanza un nuevo grado de madurez uniendo tragedia y realismo, sentimiento y horror.
Algunos escritores, como Carlos Sisí (autor de la trilogía Los Caminantes y La hora del mar), ya han tenido la oportunidad de leerlo y opinan lo siguiente: Cuando la amistad y el amor surgen en un marco de sufrimiento y terror, la oscuridad engendra monstruos. Monstruos reales. Juan de Dios Garduño esculpe, con cinceles magistrales, una de las piedras angulares del panorama de terror español"

El camino de baldosas amarillas de Juan de Dios Garduño sale a la venta el próximo día 5 de diciembre bajo el sello de la editorial Tyrannosaurus Books y viene precedida por el éxito de su anterior novela, Y pese a todo... (Ed. Dolmen), premiada con el Premio Nocte de Terror a la Mejor novela de terror nacional en 2011 y de la que se está preparando en USA la adaptación cinematográfica que dirigirá el realizador español Miguel Ángel Vivas (Secuestrados, 2011), y será producida por Vaca Films y Ombra Films de Jaume Collet-Serra. Actualmente se están manteniendo conversaciones para la posible adaptación al cine de El Camino de baldosas amarillas.


Además, Juan de Dios Garduño realizará una pequeña gira y, entre las ciudades seleccionadas, se encuentra Málaga. Una oportunidad única, pues la presentación la realizará junto a Carlos Sisí, compañero de profesión y amigo íntimo del escritor. A continuación os dejamos toda la información:  


Barcelona

Librería Gigamesh (Ronda Sant Pere, 53)

Jueves 13 de diciembre, 19:00 horas


Badalona

Librería Cyber Comics (Sant Ignasi de Loiola, 48)

Viernes 12 de diciembre, 19:00 horas


Málaga

Librería En Portada Cómics (Nosquera, 10)

Sábado 15 de diciembre, 19:00 horas

Presentado por Carlos Sisí